miércoles, 29 de febrero de 2012

Magdalenas, muffins, madeleines...

Por fin se me han hinchado... ¿las narices? ¿las pelotas? ¿los c...? no, no, no... ¡LAS MAGDALENAS!


¡Y es que me costó un huevo llegar a este bello ejemplar de aquí arriba!

Aunque hay muchos nombres y hoy en día parece que es más "modelno" llamarlas muffins, yo como monsieur Proust este tipo de bizcochito no puedo dejar de asociarlo con visiones de lo más folclóricas y tradicionales. Para mí siguen siendo magdalenas de las de toda la vida, de las que tu madre te echaba la bronca cuando se te había ido la mano zampando porque podía saberlo contando los papelitos vacíos que habías apelotonado en el platillo de tu taza de Cola-Cao.

Aunque la magdalena española parece ser un clon de la muffin de los países anglosajones, o viceversa, con su forma redonda, su pico y su papelito, el nombre "magdalena" (¿o es madalena?) deriva de las "madeleines" francesas, aunque la presentación es diferente. Las madalenas francesas no tienen papelito por debajo, son más bien alargadas y tienen forma de concha. Aunque también les sube un poco el pico, se suelen poner con la forma de concha hacia arriba. Esta forma tiene que ver con el Camino de Santiago y la típica concha del peregrino. De hecho estos bizcochitos se introdujeron en nuestro país a través de los peregrinos. Sobre cómo y por qué la magdalena hispana perdió su forma de concha y se vino a introducir en un molde de papel redondo como la muffin anglosajona, ni idea. Pero seguro que hay alguna explicación al respecto en algún sitio.

Que conste que a mí hacer magdalenas siempre me ha parecido una pérdida de tiempo. Total, haces un bizcocho, lo cortas en rebanadas y ya tienes la misma porción que de magdalena. Mientras que hacer magdalenas, como hacer galletas, requiere una depuración de la técnica y buen pulso, para meter todos esos fragmentos de masa en los papelitos sin que te salga ninguno... y eso sin contar lo increíblemente coñazo que resulta limpiar los recovecos de los moldecitos de magdalenas... ufff, con lo fácil que es tirarlo todo en el molde de bizcocho y ¡hala!

Hasta hace un par de meses, nunca se me había ni pasado por la cabeza hacerlas yo misma ¡con lo buenas que están las de la panadería! Pero resulta que, por casualidad, encontré un molde de silicona monísimo que ya había visto en el blog de Trotamundos http://food-and-cook.blogs.elle.es/2010/04/15/lemon-bouquet-roses-cake-y-flan-de-leche-condensada-bizcocho-de-limon-con-jarabe-de-limon/ y aunque llevaba un tiempo en casa sin haberlo usado, me encontré un buen día con que me había salido más masa de la que cabía en el molde de una receta de bizcocho. Aquella fue la primera vez que usé los moldes de mini magdalenas. No me quedaron mal pero la masa me hinchó por la parte de arriba, quedando un pico perfecto a lo "Bella Easo". Cosa que yo no quería en aquella ocasión, ya que la parte de abajo era la que tenía forma de rosa y si le salía "pico" ya no podría sostenerse con la flor hacia arriba. Además las rosas habían quedado demasiado esponjosas y con un color demasiado dorado, mientras que las magdalenas son más compactas y tienen un color más amarillento aunque estén bien horneadas. Pensé que esto se debería a que había usado masa de bizcocho para hacer magdalenas, por lo tanto las cantidades de ingredientes no eran las correctas.


Momento épico de declaración de la máxima: "A fe mía que esto quedará vengado".

Mi siguiente experimento fueron los Baby bunds de Nigella Lawson y aunque el sabor quedó bastante mejorado porque era una receta real de magdalenas, volvía a tener el problema del "pico que sale por la parte que debería apoyarse la rosa". Lógicamente, ya que si es una receta de magdalena, la magdalena lo único que tiene que hacer en la vida es hinchar y sacar pico, que para eso está. Total que me fui al Blokker y volví con un paquete de moldecitos de papel para magdalenas... taaan monos... y taaan POCO PRÁCTICOS. Porque resulta que al poner los papelitos directamente encima de la bandeja del horno y llenarlos de la masa, la masa se desparramó por todas partes, vamos que al salir del horno había más masa en la bandeja que dentro de los papelitos. Y por supuesto, las pocas que se salvaron de la quema, o mejor dicho del despanzurramiento, más planas que un lenguado.

Creo que en ese momento me desperté de nuevo a la realidad y pensé: ¿pero qué estoy haciendo? ¿¿magdalenas?? con lo fácil que es hacer bizcocho... y cortarlo en rebanadas... y lo dificil que es limpiar los moldes de silicona... etc, etc... Y el que quiera magdalenas, que las compre en la panadería.

Pero resulta que hace poco se acercó mi holandés rumiando algo con cara de felicidad y me dijo "¿quieres un cup cake?".

Lo primero que pensé, y es más, dije, fue: Yo ahí no veo ningún cupcake, veo un muffin. A lo que él replicó: pues será... nunca he entendido la diferencia.

Y lo segundo que pensé fue: ¿conque poniéndome los cuernos con las magdalenas de la panadería, en lugar de las mías?

Ante lo cual reaccioné: ¿mías? ¿qué mías? pero si yo... ¡nunca he hecho magdalenas!

Decidí que la siguiente vez que me pusiese con el experimento no dejaría nada al azar. Así que me hice con un molde metálico de 12 magdalenas que es imposible que se abra, se desparrame o se deforme, pero como una es un tanto anticuada, no puedo imaginarme hacer magdalenas de las de toda la vida pero que salgan sin los papelitos de toda la vida. Así que esta vez metí los papelitos dentro de los agujeros del molde, donde la masa no tendría ni la más mínima posibilidad de escapatoria.


Por supuesto, el éxito estaba asegurado. ¡No se me desmadró ni una! Aquí abajo, recién sacadas del horno.



La receta que he seguido ha sido la de la madre de Gweneth Paltrow, que no, no es que mísis Paltrow senior y yo seamos tan colegas que nos intercambiemos recetas de muffins, es que viene en el libro "Notes from my kitchen table". La receta de ella son "madalenas de arándano" o "blueberry muffins", yo hice la mitad con y la mitad sin, por aquello de que a los niños no les gusta encontrar tropezones.

Ingredientes:

125 gr de mantequilla salada (derretida y enfriada)
2 huevos grandes
125 ml de leche
225 gr de harina blanca
175 gr de azúcar
2 cucharaditas de levadura química o polvo de hornear
200 gr de arándanos



Así se hace:

Precalentar el horno a 190º C.

Mezclar la mantequilla, el azúcar y los huevos. Añadir la leche y mezclar bien. En otro cuenco, mezclar la harina, el azúcar y la levadura. Mezclar los ingredientes líquidos en el cuenco de los ingredientes sólidos y remover bien. Añadir los arándanos bien lavados.

Colocar los papelitos de las madalenas en un molde metálico para madalenas, rellenarlos con la mezcla y ponerlo a hornear durante 25-30 minutos (mi horno suele ser rápido, a los 18 minutos o así ya las saqué porque se estaban empezando a dorar, pinché con un palillo de "saté" y estaban perfectas).


Hala, ya me he ganado una colleja de Ale... ¡por hacer muffins! (anda que el día que haga sushi, os dejo a todas "hasiendo el pino"=)





viernes, 10 de febrero de 2012

Coliflor gratinada

La coliflor gratinada, o al menos la que yo siempre he conocido, se supone que es la coliflor un poco cocida pero aún dura, con algo de bechamel por encima y queso rallado gratinado.

Ahora bien, si miramos la foto que adjunto de mi versión del tema, lo primero que cabe preguntar/exclamar es "¿coliqué??". Ya que la pobre coliflor in question ha sufrido un drastico makeover hasta llegar a lo que es hoy en día: una generosa capa de bechamel que oculta granulillos pulverizados de coliflor despachurrada y reducida a la mínima potencia.




Cuando oyes a tu hijo con voz de "túereslaculpabledetodosmismales" diciendote con voz quejumbrosa: "No me gusta la coliflor... sólo me quiero comer lo de arriba... coliflor... bah bah bah coliflor COLIFLOR NO QUIERO COLIFLOR, NO QUIEROOOO ¡BUAAAAHHHHH!"... bueno, la primera vez piensas que el niño es pequeño, que a ti a aquellas edades tampoco te gustaba, que ya se acostumbrará... bla, bla, bla... La segunda vez piensas que ya empieza el enano a dar la murga con su historia de la coliflor. La enésima vez piensas que ya es hora de sacarle brillo a la artillería pesada porque esta afrenta no va a quedar así.

Entonces fue cuando recordé aquello de "ojos que no ven, corazón que no siente". O dicho de otra manera: coliflor que no ves, papila gustativa que no siente. Y es que a los 5 años, si no ven la coliflor, la coliflor no existe. Supongo que a los 6 el resto de los sentidos habrán cobrado ya algo más de protagonismo sobre el de la vista, y unos pocos años después la afirmación materna "No, claro que no hay coliflor en la bechamel ¿dónde ves tú la coliflor ahí? si hubiese coliflor, se vería", dejará de ser el corolario de la coliflor para pasar a convertirse en otra de las mentiras cochinas de la capulla de mi vieja. Pero de momento, esto es lo que hay.


Ni el más mínimo trozo de coliflor...


Ingredientes:

Media coliflor
75 ml de aceite de oliva
500 gr de leche semidesnatada
4 cucharadas soperas de harina (en mi caso la harina es integral)
queso rallado
sal
nuez moscada

Lavar la coliflor, cortarla en trozos y ponerla a hacerse al vapor (yo la dejo 5 minutos en el cestillo de la olla superrápida). En todo caso, dejarla hacerse hasta que se quede hecha fosfatina :))) También se puede cocer pero entonces se disolverían los nutrientes en el agua de cocción, que al fin y al cabo de eso es de lo que se trata cuando comemos coliflor, porque si no debería rendirme ante la evidencia de la lógica de mi hijo de 5 años ¿por qué otra cosa íbamos a comer coliflor si no fuese porque tiene vitaminas y es muy sana... y esas cosas que cuentan por ahí?

En una sartén poner el aceite de oliva y añadir la harina. Mezclarlos bien con una cuchara de madera. Ir añadiendo la leche poco a poco, de manera que la mezcla vaya ligando bien sin formarse grumos. Añadir sal a gusto y una pizca de nuez moscada.

Cuando la bechamel esté bien ligada, añadir la coliflor e ir aplastando con la cuchara de madera hasta que quede invisible a la vista. Poner la mezcla en una fuente apta para horno, espolvorear con el queso rallado y poner en el grill unos 5 minutos.


Galletas holandesas de mantequilla (zandkoekjes)

(recept in het Nederlands >> helemaal naar beneden scrollen)

Estas galletas las probé cuando las trajo el niño una vez de una fiesta de cumpleaños. Al parecer habían hecho galletas como súmmum de la festiva ocasión (hay que ver cómo cambian los tiempos... Si en mi época nos hubiesen puesto a hacer galletas en una fiesta de cumple... ¡ardía Troya!) y se traían el resultado en una bolsita de plástico con alguna otra chuchería.

En cuanto me zampé la primera supe que tenía que preguntarle a la madre del niño por la receta, así que me lancé en picado al día siguiente, cuando la vi en el patio del cole a la salida de clase. Esa receta tenía que ser mía... MÍAAA. Qué le vamos a hacer, mí la genética y la naturaleza no me han obsequiado con un gusto por los brotes de alfalfa, los palos de zanahoria o los bloques de pepino. No lo puedo evitar: mis papilas gustativas se exaltan de gozo al contacto con el azúcar. En vista de mi emoción desbordante, la madre del otro niño se apresuró a pasarme la receta, no fuera que me fuese a dar una apoplejía o algo, y aquí os traigo el resultado:


Se llaman "zandkoekjes", que quiere decir "galletas de arena", no tengo ni idea de por qué pero puestos a dejar volar la imaginación la masa se parece un poco a una bola de arena mojada, muy compacta. No hace falta extenderla con el rodillo de amasar, es como plastilina, se aplasta un poco con la mano y ya se le puede meter el cortapastas, lo cual es una gran ventaja a la hora de tener a niños pequeños de pinches o ayudantes. O simplemente como yo, tenerle alergia al rodillo de amasar, que no me extraña que le hayan sacado utilidades alternativas tan apasionantes como recibir con él en mano al pariente cuando vuelve del bar con una copita de más y tal. En fin, que luego me dicen que siempre cuento batallitas, a lo que iba, que aquí os dejo la receta.

Teniendo en cuenta que la receta es original holandesa os la pongo en español y también tal cual me la pasó Irna, la madre del niño en cuestión (que no creo que me lea porque ella de español no creo que llegue ni al hola, pero como nunca se sabe las vueltas que da la vida... pues eso, que aquí queda dicha la mención). Como tributo a la suave y aterciopelada lengua neerlandesa, y por si pasa por aquí una holandesa buscando la receta de las zandkoekjes, pues oye, no la vamos a dejar con las ganas. Porque yo veo a veces en el apartado este de estadísticas del blog, en los dibujitos estos que parecen un electrocardiograma, que a veces visitan el blog elementos holandeses buscando probablemente la receta que corresponde a las palabras nativas que yo dejo caer aquí y allá de vez en cuando y se quedan con 3 palmos de narices. Lo dicho, que no se quede nadie con las ganas, ahí va la receta en versión bilingüe:


Ingredientes:

250 gramos de harina
1 sobre de azúcar vainillado (8 gr)
100 gr de azúcar
125 gr de mantequilla
1 huevo

Así se hace:

Mezclar todos los ingredientes y amasar hasta conseguir una pasta lisa. Estirar la pasta sobre una superficie enharinada hasta conseguir un espesor de 1 cm más o menos. Cortar las galletas con un vaso o un cortapastas.
Colocar un papel de hornear en la bandeja del horno. Precalentar el horno a 200º C y dejar las galletas unos 15 minutos (esto es lo que dice la receta, pero como ya he comentado más veces, mi horno es hiperactivo y en 12 minutos ya estaban los bordes un poco quemados)

Ingrediënten:

250 gram bloem
1 pakje vanillesuiker
100 gram suiker
125 gram roomboter
1 ei

Zo maak je het:

Meng alle ingrediënten en roer/kneed alles goed tot een glad deeg. Rol het deeg uit tot een dikte van 1 centimeter. Het is raadzaam om eerst wat bloem op het werkblad te strooien, zodat de koekjes goed los kunnen komen van het blad. Snijd de koekjes uit met een vormpje op glas.
Vet een bakplaat in (of leg er bakpapier op) en leg de zandkoekjes er op. Bak de koekjes 15 minuten in een oven van 200 graden C.


jueves, 2 de febrero de 2012

Banoffee pie





Esta tarta la hice para el cumpleaños de Robert el jueves pasado. A él no le gustan mucho las tartas ni los pasteles, aunque el yogur, las natillas y todo lo que lleve nata montada sí que se lo come que da gusto. Por lo tanto ya había descartado hacerle una tarta pesada tipo "cake" o sea con base de bizcocho, ni nada tipo "brownie" o de chocolate, ya que mi holandés tampoco es muy fan de los postres chocolateados. Y por supuesto, quedaba fuera de toda duda el repetir una tarta que ya hubiesemos catado. Una ocasión como esta se merece una experimentación culinaria por todo lo alto.

Cuando di con el banoffee pie, que era una de esas recetas que andan por ahí en la "wish list" pero que nunca sabes cuándo llegará la ocasión de preparar, pensé que era una buena opción, ya que lleva nata montada, crema de leche que es parecido a las natillas, y base de galleta y mantequilla pero no "cake". Además es muy fácil de hacer, ya que no requiere horno, y se puede dejar preparada del día antes para que asiente y no se te desmonte el tinglado en el momento de cortarla. Lo cual también es una buena opción, ya que si haces una tarta nueva un día antes y te sale mal... siempre puedes salir corriendo a la mañana siguiente a la pastelería y comprar otra.

Dicen que el banoffee pie era la tarta favorita de Lady Diana de Gales. No sé si será cierto, pero en caso de que lo sea, ella no debía de catarla muy a menudo y si lo hacía, sería solamente una puntita de una cucharada como mucho. Lo digo porque esta tarta es pecado mortal, en las dietas estas de contar calorías se les rompería la calculadora contando las del banoffee, vamos que nadie se piense que puede tomarse un buen pedazo e irse de rositas sin que se le asienten unas cuantas capas más en el michelín flotante. El nombre, banoffee, es un compuesto de banana + toffee, y el toffee se hace a partir de leche condensada cocida, es decir lo que llaman "crema de leche". Si a eso le añadimos el cuarto de litro de nata montada que lleva por encima, más el chocolate rallado para adornar... ufff, para para, que se me ha saltado el botón de los pantalones sólo de leerlo.

En fin, teniendo en cuenta que mi churri ya es un caso perdido y yo voy camino de ello, procedí sin temor ni sonrojo a preparar esta tarta megacalórica para su cumpleaños (y un día antes de tener que ir a pincharme para controlar la diabetes ¡qué valor el mío!). Lo único que no le puse fue el chocolate rallado por encima, porque a nosotros no nos gusta mucho.

Ingredientes:

12 galletas maría o similares (en el mundo anglófono: graham crackers; ya hemos hablado de ellas en la receta de la tarta de lima y coco o "Keys lime pie". Aquí en Holanda no se comercializan, pero supongo que no habrá mucha diferencia entre unas y otras)

50 gr de mantequilla derretida

3 plátanos que no estén muy maduros

1 lata de leche condensada

250 gr de nata para montar + el azúcar que indique el envase (en mi caso son 3 cucharadas soperas)

1 pastilla de chocolate para rallar por encima

Así se hace:

Se trituran las galletas y se mezclan con la mantequilla derretida. Se colocan en un molde de tarta desmoldable (ya sabéis el truco: para que luego la tarta se deslice bien del fondo del molde, se le pone un trozo de papel de hornear en el fondo antes de cerrarlo) y se dejan enfriar en la nevera.

Se pone la lata de leche condensada a hervir al baño maría en un cazo con agua. El agua tiene que cubrir la lata al máximo posible, ya que si no, sólo cocerá la parte que esté en contacto con el agua ¡OJO! La lata tiene que estar cerrada, y el cazo o la olla, abierta. Hay que ir controlando cada poco para que no se vaya consumiendo el agua.

A las 2 horas, se abre la lata (cuidado que está muy caliente al sacarla del agua, como os podéis imaginar) y si ha salido todo bien, nos encontraremos con que la leche condensada se ha quedado cocida, con la textura sólida de un flan y en la forma de "rulo" de la propia lata. Esta masa se extiende por encima de la base de galletas, procurando que quede uniforme, y digo procurando porque es lo mismo que tratar de extender un flan de manera uniforme: quedan grumos. Pero da igual porque como vamos a poner más capas, nadie se va a enterar :))

las fotos no están muy allá
porque las hice con la cámara
del móvil y a toda leche
Cortamos los plátanos a rodajas y los vamos colocando encima de la crema de leche hasta cubrirla y lo dejamos enfriar: para ponerle la nata por encima, tiene que estar completamente fría. Montamos la nata con el azúcar según las instrucciones y lo ponemos sobre la tarta ya fría. Extendemos bien y metemos en la nevera unas horas, para que coja consistencia (es mejor que se quede una noche en la nevera pero si no, unas 3-4 horitas por lo menos, para evitar que al cortarla se le vaya saliendo el relleno por los lados.

me queda pendiente hacer otro
banoffee para sacarle fotos
chulas, jijijiji
A la hora de servir, desmoldar y rallar el chocolate por encima con un rallador de zanahorias. Y voilà, ya tenemos nuestro rico banoffee pie.